domingo, 23 de marzo de 2008

interludio IV

Los tiempos del escritor o del artista no son los tiempos del resto de las personas que siguen una rutina puntual cada día. No quiero decir que los escritores no tengan una rutina personal, más bien estoy pensando en esos momentos, en que, por decirlo de algún modo, nos ataca el bichito ese de la inspiración. Es una suerte de momento que todos los escritores y artistas añoramos. ¿Cuándo nos picará el bichito de la inspiración? O también, ¿cuándo vendrá la musa inspiradora? Digo, no podemos forzar la inspiración. Del mismo modo, no podemos alterar nuestra obligada rutina, digamos de levantarnos a la misma hora para ir a trabajar. Y sin embargo, el bichito amado, anhelado, la musa de la inspiración está ahí latente, a la espera, a punto de surgir en cualquier instante. Quizás nos encontremos inmersos en la rutina diaria, quizás estemos tan deprimidos por las noticias locales e internacionales, pero eso no quita que la inspiración toque a nuestra puerta. Claro, es cuestión de tiempos, ¿no? La relación entre el artista (el escritor entra dentro de esta categoría) y la inspiración conlleva las felicidades y penurias de toda relación: hay amor, hay ternura, hay desencuentros, hay rabia. Pero en esa relación de amantes empedernidos que existe entre el artista y la inspiración (y podría agregar, los tiempos de la inspiración)no queda lugar para la indiferencia. El escritor añora el tiempo de la inspiración y la inspiración añora estar en el tiempo del escritor. Se necesitan mutuamente, como el té al agua hirviendo, como la cuchara a la sopa.
¿Cuál será la clave de todo esto? ¿Cómo hacer para zafar de la rutina diaria? ¿Cómo abrimos la puerta a la inspiración? ¿Cómo nos hacemos tiempo para estar inspirados y escribir?

miércoles, 19 de marzo de 2008

interludio III

Hoy siento mucha nostalgia. Es como si la nostalgia me llenara de sueños, como si me buscara en estas noches llenas de cansancio y de insomnio, como si mi boca se llenara de palabras nunca dichas. La nostalgia me ha acompañado siempre en este viaje - viaje de la poesía, viaje de la vida, el viaje de los viajes. Soy propensa al pasado, como si la flecha me llevara de aquí hasta allá, en un interminable pasado sin presente, donde el futuro es un nunca-jamás-país.
Soy propensa a la nostalgia, a dejarme llevar por sus vaivenes inconmensurables. La nostalgia me persigue y se desliza en los intersticios de todos mis poemas con una tenacidad o terquedad insana.
Miro hacia atrás y veo una columna de sal. Miro hacia atrás y veo las marcas. Miro hacia atrás y cuántos saltos, cuántos pasos dados hacia el vacío. Mi poesía se amamanta de la nostalgia como un bebé hambriento de la leche materna. Estoy volcada a todo mi pasado, a todos mis pasados, a los que la nostalgia se inventa cada día, a esas imágenes que me consumen todo el tiempo. Miren, es sencillo, estoy en cuerpo pero nunca en alma. Soy un fantasma, nunca me podrán asir. La nostalgia, la nostalgia, la nostalgia...